MANOLITA, MATRONA Y PRACTICANTE

Pilar García Martín (Mi agradecimiento a Nicolasa Contreras y Antolín Yago)

Las parteras, matronas o comadronas han existido desde la antigüedad como las mujeres que ayudaban y acompañaban en partos y nacimientos. Habitualmente en los pueblos ese papel lo realizaban mujeres autodidactas sin una preparación especial, siguiendo la tradición oral a través de parteras más antiguas, y guiándose por su propia experiencia y habilidad.

En Hoyo de Manzanares ese papel lo desempeñó Manolita, Manuela Roldán Peña, desde los años 50 hasta principios de los 70 del pasado siglo. Manolita tenía experiencia en labores de enfermería porque trabajó durante años en el Sanatorio antituberculoso de Miralpardo, donde administraba medicación, realizaba curas, ponía inyecciones y servía de apoyo al equipo médico. Curiosamente era también quien preparaba los cuerpos de los fallecidos arreglándolos y cubriéndolos antes de ser trasladados al depósito. En una ocasión, mientras estaba ayudando a un doctor a realizar un neumotórax a un enfermo del que, al parecer, era novia, hubo un error y el paciente falleció. Manolita acusó a los médicos de mala praxis y dejó de trabajar en el sanatorio. Tras ello quedó como enfermera, practicante y matrona del pueblo.

Manolita con Nina y Eugenia. Foto cedida por Pilar Esteban AMHM

Su predecesora en la práctica de la partería fue la tía Feliciana, quien probablemente le transmitió sus saberes, como antes lo habría hecho con ella otra mujer, pues era trabajo ocupado tradicionalmente por éstas. Hasta bien entrado el siglo XVII los hombres tenían prohibido por ley, por religión o cultura asistir los partos y en general tener relación con aspectos íntimos de lo femenino (Ruiz Berdún, Dolores). El hombre se inició en este oficio en el siglo XX.
Tras vivir en la plaza de la Constitución, Manolita se instaló en una casa de la glorieta Facundo Baelo esquina con calle Los Manantiales, junto a su madre y su hermana Angustias. Había comprado una vivienda en la calle Hurtada, cercana al sanatorio donde trabajó, pero determinó que ésta, más céntrica, sería más accesible para sus pacientes.
En ocasiones coincidieron varios partos
La alta natalidad que se dio en esos años hizo que Manolita ayudara a nacer a gran número de hoyenses. Cuando la madre salía de cuentas ponía sobre aviso a Manolita, que se desplazaba hasta la vivienda cuando se notaban los primeros síntomas de estar de parto. El médico sólo intervenía si había un problema concreto. En no pocas ocasiones coincidieron varios partos a la vez en un mismo día. El 31 de noviembre de 1961, por ejemplo, se pusieron de parto las madres de Javier Blasco, Felisa Izquierdo y Pilar Estévez. Manolita fue de casa en casa controlando el avance de cada alumbramiento hasta llegar los tres a buen puerto. Pasado el parto Manolita visitaba a la madre durante dos o tres días para realizar los lavados, que hacía poniendo una palangana sobre la cama y echando agua templada con una jarra. Además vigilaba el ombligo del bebé que ella misma había atado con el cordón de hilo que la madre tenía preparado antes del parto, y sobre el que habían colocado un ombliguero o venda de algodón cosida sin costuras para que no hiciera rozadoras. Los honorarios de Manolita por parto eran de unas 200 pesetas en los años 60.

Vivienda de Manolita en la glorieta de Facundo Baelo. Foto cedida por Fernando Baelo. AMHM

En la faceta de practicante Manolita tuvo también mucho trabajo. Los practicantes eran los encargados de poner las inyecciones que recetaban los médicos. En los años 60 el galeno de Hoyo era José María Ruiz Heras, don José, como se le conocía en el pueblo. La prescripción de inyecciones era más habitual que en la actualidad, pues no existían medicamentos orales alternativos de igual eficacia (antibióticos en un porcentaje muy alto), con lo cual “los pinchazos” eran solución para infecciones tan comunes como la de garganta u oídos, o los problemas digestivos, además de ser vía de administración de vacunas. Tras la receta de don José había que ir a casa de Manolita para que pusiera la inyección. El instrumental que usaba consistía en un estuche o caja metálica de acero donde se portaba y desinfectaba la jeringuilla de cristal tras su uso, echando alcohol en ella y prendiéndole fuego después (las jeringuillas desechables no llegaron a España hasta 1973, de la mano del español Manuel Jalón en su versión mejorada). Manolita cobraba unas 5 o 6 pesetas por cada inyección.

 

 



Fuentes:
– Ruiz-Berdun, Dolores,(2001) “Definición e historia de la matronería”. Blog “El parto es nuestro”
– Portal digital del Archivo municipal de Hoyo de Manzanares.https://archivo.hoyodemanzanares.es:8443/

No Comments

Post A Comment