04 Mar PENSIÓN LA PACA
Pilar García Martín (Mi agradecimiento a Juan Manuel Santos)
Francisca Santos García llevaba veinticinco años trabajando como cocinera en la finca El Canchal cuando decidió abrir su propio negocio: una pensión. Así se lo comunicó al señor Marañón, su jefe, que sintió perder la calidad de sus guisos. Acababa de empezar la década de los cuarenta.
Paca comenzó a trabajar en El Canchal con su anterior dueño, D. José Morales, agente de bolsa multimillonario que convirtió la finca en una gran explotación ganadera, avícola y apícola, donde llegó a tener 150 vacas suizas, 5.000 gallinas, decenas de cerdos, y cuatro colmenares, además de huertas y jardines, negocio que daba empleo a muchos hoyenses, principalmente cuidando los animales. Se desplazaban hasta allí andando o residían en las viviendas para los trabajadores de la finca. El marido de Paca, Francisco Ávila Collado, era el guarda del Canchal.
En la decisión de abrir una pensión, además del deseo de independizarse, pesó en Paca el temor a que se repitieran asaltos como el que el año anterior realizaron los maquis a la finca El Canchal. Cuatro o cinco hombres armados bajaron del monte esa noche y entraron en el gran chalé. Sin usar la violencia dijeron al guarda que habían sido informados de que tenían escopetas que les eran necesarias para sus fines. Antes de marcharse amenazaron con matarle si daba cuenta inmediatamente a la Guardia Civil. Debía esperar al día siguiente. Esa misma noche asaltaron también la finca de Navalvillar, propiedad de los Fierro, donde un hermano de Francisco ejercía de guarda. Sabían que allí obtendrían más armas e imprescindibles prismáticos. El resultado fue el encarcelamiento en San Lorenzo de El Escorial, durante veintiún días, de Paco, el marido de Paca, por no haber delatado inmediatamente a los maquis; del enlace, un cabrero apodado “Faroles”, informante de accesos y recursos de las fincas; y de un amigo de éste, un tal Remigio.
La pensión de Paca “de Geñeñe”, apodo colmenareño de su marido, era un chalé de piedra de una sola planta. Estaba situado en una finca de su propiedad donde Paca tenía otras tres casas, una de ellas su vivienda, entre las calles Frontera y Prado del Buche. Constaba de cuatro habitaciones, comedor con chimenea, cocina, despensa, cuarto de baño y habitación de servicio. En su frente tenía una terraza con valla de granito.
Los clientes de la pensión llegaban desde Madrid y tenían buen nivel adquisitivo. Buscaban en Hoyo un lugar cercano a la capital donde descansar y disfrutar del campo. Se alojaban los fines de semana, Semana Santa y sobre todo en verano, algunos durante un mes entero. Los había habituales como el abogado José Redruello y su mujer. Varios de ellos terminaron adquiriendo una vivienda en Hoyo. La fama del alojamiento fue extendiéndose por el boca a boca junto a la de otros que había en el pueblo esos años: el hotel Viadero y el hotel Mercedes.
“La Paca”, con “la”, nombre que ella eligió para su pensión, era una extraordinaria cocinera. En sus fogones alimentados con carbón preparaba exquisitos platos, entre los que destacaba el cordero asado y la paella. Los huéspedes también disfrutaban de verduras frescas recién cogidas del huerto de la finca, regado con las aguas del pozo. Tomates, judías verdes, pimientos o alcachofas eran algunas de ellas.
El marido de Paca siguió siendo guarda del Canchal y practicando la caza como afición, así que la ayuda en la pensión la obtenía de su sobrino Juan Manuel, que llevaba las cuentas, cuidaba del bonito jardín, con sus rosaledas y árboles frutales, y del huerto, y la acompañaba a hacer las compras que realizaban en las dos únicas tiendas que había entonces en Hoyo: la de la Bruna, en la actual Avda Juan Carlos I, nº 17 y la de Francisco Moreno en la plaza de la Hontanilla. En la cocina y en el arreglo y limpieza de las habitaciones tenía empleada a la hoyense Anita Blasco.
La pensión La Paca dejó de funcionar como tal hacia 1958, quedó entonces como vivienda. En 2017 fue derribada con la intención de construir otros edificios en ese terreno.
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